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El Bosque Goloso (tercer periodo)

 

 

Los cinco sentidos- gusto, oído, vista, olfato, tacto- se dan cita a la hora de potenciar el placer de la comida. Los aficionados a la buena mesa valoran cada día más la experiencia total que supone complementar los sabores en estado puro, y su consiguiente elaboración culinaria, con la presentación de los platos en la mesa, las texturas de los alimentos, el sonido (o silencio) ambiental o los olores que emanan de cada creación gastronómica. Los cinco sentidos juegan su papel en la experiencia integral que supone una buena comida.

En un territorio artístico, como la pintura, existe una gran tradición en mostrar, bien alegóricamente, bien de forma realista o incluso decorativa, el mundo de los sentidos. Hay una tendencia natural entre los amantes del buen comer a la admiración por los bodegones o naturalezas muertas. Es natural. El Museo del Prado se puede convertir en una “segunda casa” de los incondicionales de Lakasa. Se ve lo que se come desde una perspectiva estética e histórica. No sé si es más apropiado darse una vuelta por El Prado antes o después de comer en Lakasa. Es cuestión de preferencias particulares. En esta ocasión, y como apoyo a la reivindicación de los sentidos en la experiencia gastronómica, nos vamos de “naturalezas muertas” o, si se prefiere, de “bodegones” al Museo del Prado.

 

 peeters

Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas

Si consultamos antes el Diccionario de uso del español, de María Moliner, podemos ver que se contempla la palabra bodegón en pintura como “Naturaleza muerta. Cuadro donde se representan frutos, viandas y objetos usuales”. En cuanto a Naturaleza muerta se define como “Pintura que representa animales muertos o cosas inanimadas”. El término “naturaleza muerta” aparece por primera vez en inventarios de cuadros en Holanda hacia 1650, según cuenta Norbert Schneider, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Karlsruhe, en su más que recomendable libro sobre este atractivo tema publicado en Taschen. Competía, en cualquier caso, con otras designaciones utilizadas en la época como “cuadros con frutos” o “cuadros que representan banquetes”. En el Museo del Prado se expone hasta el 19 de febrero de 2017 una muestra muy interesante del género con 15 cuadros de bodegones de Clara Peeters, una pintora holandesa cuyas obras se extienden fundamentalmente entre 1608 y 1621. Son pinturas elegantes, realistas, de las que producen una especial satisfacción a los aficionados a la gastronomía por la composición plástica de mesas con pan, queso, verduras, pescados o caza, en convivencia con objetos artísticos, flores o animales vivos. Alejandro Vergara, comisario de la muestra, y Anne Lenders explican muy bien en el catálogo las connotaciones históricas, sociológicas y gastronómicas que confluyen en los cuadros de la exposición. Parece ser que Clara Peeters introdujo por primera vez pescados en los bodegones. El museo madrileño alberga en su colección permanente cuatro cuadros de una pintora que se centró casi exclusivamente en el mundo de las naturalezas muertas y de la que biográficamente se conoce más bien poco. Amberes fue su centro de trabajo. Curiosamente, es la primera mujer que expone en El Prado de forma individual.

 

Contrasta la obra plástica de Clara Peeters con la serie “Los cinco sentidos” de Jan Brueghel de Velours, el Viejo, en colaboración con Rubens, de 1617-18, es decir, de la misma década y de la misma procedencia geográfica flamenca, y en concreto, de Amberes en cuanto a centro de realización artística. Los cinco cuadros pertenecen a la colección permanente del Museo y entran de lleno en un concepto alegórico muy diferente al puramente naturalista de Peeters. En la exposición se juega con el criterio histórico-comparativo mostrándose “El gusto” como epílogo de la selección de cuadros de la pintora holandesa.

el gusto

 Jan Brueghel el viejo, Alegoría de el gusto

Los aficionados a la buena mesa suelen apreciar, por razones obvias, de una manera muy especial las pinturas de bodegones. El Museo del Prado tiene en sus paredes una colección impresionante de estos cuadros. Baste citar como ejemplos imprescindibles las obras maestras en estos temas tan sabrosones de Luis Egidio Meléndez, Juan Sánchez Cotán, Frans Snyders, Zurbarán y Goya, pero El Prado está prestando una gran atención a los artistas que no son de “la casa” y ahí está como ejemplo la magnífica exposición dedicada al parisino Chardin, hace media docena de años. También, en colaboración con los Amigos del Museo, organizó un curso sobre “El bodegón” en 1999-2000, posteriormente editado por Galaxia Gutenberg, El Círculo de lectores, con aportaciones, entre otros de Francisco Jarauta, John Berger, Francisco Calvo Serraller (que además fue el coordinador), Carlos Castilla del Pino, Norbert Schneider, Agustín Sanchez Vidal, Natacha Seseña, Alfonso Pérez Sánchez y Gabriele Finaldi. La muestra de Clara Peeters es, por tanto, coherente con la política de programación de exposiciones de El Prado, y supone una oportunidad de oro para profundizar en las esencias de un género pictórico que tantas evocaciones produce en los gastrónomos.

 

Lakasa creo en el número anterior de su Noticiero su propio bodegón en versión digitalizada -llamémoslo así- con el imaginativo título “Lakasa de las delicias”, inspirado, claro, en “El jardín de las delicias” de El Bosco. La creación pictórico-tecnológica servía de portada y pórtico a un bello artículo sobre el lado más humanista del restaurante. Las relaciones entre la pintura de bodegones y la filosofía de Lakasa se consolidan, pues, con estos comentarios en la sección “El bosque goloso”. Me atrevo a intuir que después de contemplar las aves de caza, los higos secos, las berenjenas, las ostras, los cangrejos, los quesos, los pescados de río, el arenque o las cerezas, de Clara Peeters, saborear una grouse escocesa, un lomo de ciervo o una paloma en Lakasa puede ser aún más estimulante.

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