En este mundillo del hostelero, todos tenemos una amante secreta, esa bella dama por la que nos desvivimos y tratamos de seducir permanentemente: la clientela.
Servir al cliente podríamos catalogarlo como una de las actividades más complicadas de la humanidad. Cada cual trae sus gustos, desea cumplir sus aspiraciones y que las necesidades, de ese día, le sean cubiertas. Y todo dentro de una representación en la que al final, siempre, se aplaude o se condena.
Nos hemos puesto delante de la cámara para hablar de tan apreciada mujer, de cómo conquistarla, de qué manera provocarla una emoción.
Seguramente sea por asuntos como estos, por los que nuestra profesión sea una de las actividades más bonitas de la humanidad.